Despachos profesionales
En mi opinión, es la suma de todos los factores indicados lo que propicia la salida de un abogado de un despacho o firma. Creo que esta huida hacia adelante se produce a todos los niveles, tanto de las grandes firmas como de los despachos más modestos.
Se da la circunstancia de que en esos despachos se olvidan de algo esencial y que no es sino que no son comercios que venden cualquier producto exigido por la demanda. Sí que es cierto que venden algo, ese algo son servicios profesionales y personales. A los grandes despachos les falta humanidad, empatía con el cliente pero no a nivel comercial. No se trata de que el cliente contrate y pague por obligación, porque vea al despacho como quien tiene el producto que necesita y le gusta más que el de la competencia. Se trata de que el cliente esté convencido de que le vamos a solucionar su problema para el caso de que tenga solución. Lo que no se puede hacer es "provocar" la necesidad en el cliente para que contrate nuestros servicios. Y este es el problema de los grandes despachos. Van al negocio casi en exclusiva.
Otro de los factores que a mi entender provoca la salida de un abogado de un gran despacho es la falta de motivación. Pensemos en ese abogado que lleva varios años trabajando para una firma determinada y lo único que consigue es una pequeña retribución que apenas le permite llegar a fin de mes. No estoy pensando en un mileurista pero casi. Son muchos los despachos que exigen mucho a sus abogados a cambio de poco. Es cierto que el despacho siempre es el que ha ganar más dinero ya que es quien correr con el mayor riesgo económico. Pero también es cierto que un gran despacho es la suma de sus abogados y a ellos debe agradecerle la posición que ocupan. Son ellos con su trabajo diario los que forjan la fama de una firma. Y son también, los grandes olvidados de sus jefes.
Por estos motivos, llega un día que ese abogado al que se le tiene una gran aprecio y al que se le afirma que es el alma del despacho, el abogado estrella, se presenta en el despacho de su jefe inmediato y le comunica que deja la firma. El jefe se echa las manos a la cabeza a la vez que dice "¿qué. . .? ¿cómo me haces ésto? Pues ahí tienen la razón, estimados jefes.
Tal vez convendría que todos los despachos, desde los más grandes a los más pequeños, se replantearan el trato que le dan a sus subordinados. Que les hicieran (omito la palabra "sentir") más partícipes del despacho a todos los niveles.